En el nº 1 de la bula
nos dice el papa: “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El
misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. Ella
se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret. El
Padre, « rico en misericordia » (Ef 2,4), después de haber revelado su
nombre a Moisés como « Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira, y
pródigo en amor y fidelidad » (Ex 34,6) no ha cesado de dar a conocer en
varios modos y en tantos momentos de la historia su naturaleza divina. En la
« plenitud del tiempo » (Gal 4,4), cuando todo estaba dispuesto según su
plan de salvación, Él envió a su Hijo nacido de la Virgen María para revelarnos
de manera definitiva su amor. Quien lo ve a Él ve al Padre (cfr Jn 14,9).
Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona [1] revela la misericordia de Dios”.
Efectivamente,
Jesucristo, el enviado del Padre, viene a la tierra para cumplir una misión, que es expresión de la misericordia divina para con el hombre:
Redimirnos. Su misión redentora la realiza
Jesús con toda su vida: nos redimió
predicando su evangelio, en el
que descubre al hombre la verdad de sí mismo y le saca del error y de la tinieblas; nos redimió con
sus signos y curaciones, es decir con su actuar samaritano, aliviando el
sufrimiento del hombre. Pero la obra
cumbre de la Redención fue su pasión, muerte y resurrección.
A lo largo de la
historia, no cabe duda de que los hombres han descubierto y siguen descubriendo
el rostro de la Misericordia de Dios en
los misioneros, porque no hacen sino seguir la misión de Cristo:1/ Predican el evangelio, que contiene la salvación y la
verdad para el hombre, hoy como nunca enfermo de mentira; 2/ Continúan su acción samaritana: dar de
comer al hambriento, vestir al
desnudo, sanar al enfermo, enseñar al
que no sabe…3/ Y también se identifican con Cristo,
dando su vida por los hombres,
como vimos con motivo del ebola, o entregan su vida
en el martirio por la implantación del Reino de Dios en el mundo.
Al celebrar todos los
años el DOMUND (el Domingo mundial de
las misiones), estamos recordando, de manera especial, a los MISIONEROS, que Cristo llama a continuar su misión ad
gentes.
Ayudémosles con nuestra
oración y con nuestra colaboración económica, para que puedan seguir mostrando
el Rostro misericordioso de Dios a todos los hombres, que no es otro que el de
Jesucristo. Haciendo esto, ejercitaremos
las obras de misericordia y seremos nosotros mismos “Misioneros de la
Misericordia”.