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martes, 29 de julio de 2025

P. Javier Olivera, misionero en Japón y Mongolia:

 

 “Nunca me he sentido abandonado por Dios”

  • On 11 de julio de 2025

Javier Olivera es un sacerdote, nacido en Salamanca, pero incardinado en la diócesis de Osaka-Takamatsu, pues se ordenó sacerdote allí en Japón. Miembro del Camino Neocatecumenal, sintió ya estando en Japón una “segunda” vocación misionera y partió rumbo a Mongolia, la Iglesia local más joven del mundo.

El padre Olivera recuerda, al inicio de la entrevista concedida a las Obras Misionales Pontificias, una anécdota que contó su propia madre cuando le ordenaron sacerdote en Japón. Su madre les dijo a todos los presentes: “Cuando recéis, tenéis que tener cuidado con lo que pedís, porque cuando Javier nació estaba muy enfermo”, según parece el hoy sacerdote nació con muchas dificultades y estuvo a punto de morir. Su madre contó lo que hizo: “Yo recé con fe al Señor y le pedí que si mi hijo sobrevivía, lo ofrecería para que fuera misionero en Asia”. Cuando Javier Olivera entró al Camino Neocatecumental y sintió la vocación al sacerdocio, en una convivencia, había una cesta donde estaban los nombres de los seminarios de muchos países y, en otra cesta, los nombres de los seminaristas, entre ellos el suyo. Al azar salió Takamatsu y luego salió mi nombre. “¿Me dijeron ‘aceptas ir a Japón’? Y yo acepté, pero detrás creo que estaba esta oración de mi madre de que fuera misionero en Asia”. Hasta su ordenación ella nunca le había dicho nada.

Llegó a Japón con 19 años y para él todo era nuevo. Era una lengua nueva, una cultura nueva, todo era novedoso. Dividieron a los seminaristas de dos en dos, para que vivieran con familias durante el primer año y medio. A él le tocó con una familia en Imabari, una pequeña ciudad del sur del Japón: “Yo veía que Dios me puso allí y lo llevé todo con naturalidad… el Señor me ayudó a entrar, a no tener problema”. Además “era un seminario que empezaba todo de cero”. Así que todo era nuevo tanto “para los hermanos que nos acogían, como para las parroquias que nos acogían”. El padre Javier reconoce que no es bueno para los idiomas y le costó el estudio del japonés. En una parroquia algunos cristianos le daban clases de japonés y la familia con la que vivía ayudó también mucho. Al año y medio más o menos ya se defendía en la lengua.

Cuando llegó estaba en una parroquia muy pequeñita en Imabari: “me sorprendió que los católicos, que a lo mejor éramos 40, 50 con algún extranjero, en ese momento los japoneses, por ejemplo, todos comulgaban”. Le sorprendió “porque aquí muchas veces en misa, hay muchos católicos que no comulgan. Sin embargo allí en ese sentido son más, no sé si fervorosos o fervientes, pero el ambiente de oración como que se ve un poquito más arraigado, Es decir, entras en la iglesia y hay silencio”. Silencioso, todo muy ordenado, “pero también duro en el sentido de que fuera del domingo las parroquias estaban muertas, o sea la mayor parte de las parroquias, quitando el sábado quizás, y el domingo, no hay nada más, porque no es como aquí que tienes iglesias muy cerquita de casa”. Allí hay que tomar un autobús, un tren, el coche para acercarse a una de las pocas parroquias que hay. El entonces seminarista se sintió muy acogido en aquella parroquia. Tras su ordenación fue una fiesta cuando celebró la misa allí. Habían pasado diez años. Ahora lleva 19 años fuera de Japón, y cuando vuelve, visitas breves pero frecuentes, ve que han disminuido mucho los fieles japoneses, pero han aumentado mucho los extranjeros, venidos de Hispanoamérica, de Filipinas, de Vietnam. Ahora hay parroquias muy vivas gracias a estos extranjeros.

Desde hacía tiempo el padre Javier cuenta que sentía en el corazón que tenía que ir a Mongolia. Así que cuando se abrió la oportunidad de abrir una misión del Camino Neocatecumenal no lo dudó. Empezaron cuatro y luego vinieron familias en Misión y allí siguen. Cuenta que la Iglesia está empezando. Una historia que comenzó con la caída del comunismo y la llegada de los misioneros. Es una misión ad gentes, en la que poco a poco se va extendiendo el mensaje de Jesús, con una labor paciente que lleva muchos años. De su estancia en Japón se dio cuenta que no hay que forzar, y lo nota cuando alguien viene y le dice que quiere bautizar a sus hijos sin que el sacerdote le haya hablado de ellos. Si le preguntan algo, él responde y así se va dejando la semilla: “No pierdo la esperanza porque yo pienso que yo no tengo ni siquiera que ver el fruto”. Reconoce que “estamos sembrando, pico y pala; habrá quien se ría… otros se burlarán, otros dirán, bueno, sobre esto te escucharemos otro día y habrá quien crea. Tengo esperanza en que lo que se siembra tarde o temprano producirá fruto, aunque yo no lo vea”.

El padre Javier valora la caridad de la Iglesia hacia los pobres. En Mongolia “hay mucha gente abandonada, abandonada completamente. Se abandona a los niños, se abandona a los abuelitos, muchos borrachos tirados en la calle y no hay nada ni nadie que les ayude”. Parece como que el comunismo de tantos años les ha cortado la caridad, les ha quitado el amor a las personas. Nadie hace nada gratis por otro, nadie. La presencia de la Iglesia hace ver a la gente que se puede hacer algo por otro sin esperar dinero, sin un sueldo. Yo hago esto por amor al otro”. Les cuesta mucho sumar voluntarios, porque todo el mundo hace algo a cambio de algo: “Cuando nos ven a los sacerdotes, a las monjas, a los hermanos laicos y a algunos católicos, que hacen obras de caridad sin esperar un sueldo nada a cambio, los mongoles se dan cuenta de que hay algo distinto en estas personas”. En este sentido, el cardenal Marengo, el prefecto apostólico en Mongolia, quiso que el Papa Francisco en su visita en 2023 inaugurara la “Casa de la Misericordia”, como un signo de esta caridad.

Aquella visita del Papa “nos ha dado más visibilidad porque, ya digo, en Mongolia no hay caridad, no hay amor, no se enseña eso a los chavales. No, las familias tampoco. Y sin embargo, en estas instituciones de la Iglesia sí. Y ellos lo ven, ven el amor con el que se les trata, la relación entre los profesores, entre las monjas, entre los que están allí trabajando. Ven una relación distinta que en casa no la ven y en la calle tampoco”.

En cuanto a su vocación, el padre Javier Olivera se siente contento, porque “el Señor me ha hecho ir a sitios a los que yo por aventura no iría, porque no me arriesgaría”. Hay que “dejar que sea el Espíritu el que nos lleve, dejar que sea Él el que trabaje en nosotros”. A los jóvenes que sientan la vocación les refiere su experiencia, que “si Dios te llama, jamás te va a abandonar”.

Los misionerísimos de Gesto:

 

 San Fermín, el misionero que lo dio todo

  • On 7 de julio de 2025

Seguro que te suenan los “sanfermines”: son las famosas fiestas de Pamplona en honor de san Fermín, patrón de Navarra, que fue el primer obispo de la ciudad. Pero Fermín fue sobre todo un misionerísimo de los primeros siglos, que, como tantos otros cristianos en esa época, no se guardó nada para sí. Por no renunciar a predicar el Evangelio, como le obligaban las autoridades romanas, dio lo más importante que tenía: su vida. A san Fermín lo mataron por orden del emperador Diocleciano; por eso ahora, durante las fiestas, la gente lleva un pañuelo rojo al cuello, que, aunque muchos no lo sepan, simboliza el martirio del santo.

Durante los sanfermines, entre tanto ruido y toros corriendo (tal vez lo hayas visto por la tele), es difícil pararse un momento para pensar quién fue ese señor que da nombre a las fiestas. Pero conocer un poquito de lo que nos ha llegado sobre la vida de san Fermín merece la pena. Para empezar, su nombre significa “firme”, y la valentía y la firmeza son los ejemplos más importantes que nos dejó este misionerísimo. Y es que, cuando las cosas se pusieron feas para él por hablar de Jesús, no se echó atrás; al contrario, se mantuvo fiel, y por eso fue encarcelado y decapitado. Es curioso, porque al principio Fermín y su familia no habían oído hablar de Dios, y al final, dio su vida por Él.

Fermín era hijo de un senador romano llamado Firmo y de Eugenia; ambos eran nobles en
la tierra que entonces se llamaba Pampaelo y que hoy es Pamplona. El obispo san Saturnino y su discípulo Honesto fueron misioneros en esta zona, donde la mayoría de la población no era todavía cristiana. Las palabras de Honesto impactaron en la familia de Fermín, que acabó convirtiéndose al cristianismo. Y, poco a poco, la fe fue entrando también en el corazón del joven Fermín, que llegó a ordenarse sacerdote y fue el primer obispo de Pamplona con solo 24 años. Su palabra resultaba tan creíble que la gente dejaba de ir a los templos paganos a adorar a sus dioses y comenzaba a rezar al Dios de los cristianos.

Fermín siguió el ejemplo de Saturnino y Honesto y también él fue misionero. Desde que eran cristianos, su familia y él eran más felices, y él quería ir a otros pueblos donde no habían oído nunca hablar de Jesús para compartir lo más importante que tenía: la fe. Y, en efecto, a los 31 años, Fermín abandonó Pamplona para predicar el Evangelio en las Galias, la región de los francos, es decir, Francia.

Sin embargo, anunciar a Jesús en aquella época no era nada fácil. Cuando su fama de misionero llegó a los que mandaban, estos no lo pudieron soportar, porque el Dios que presentaba Fermín, el Dios de los cristianos, decía que todos éramos hermanos y nadie tenía derecho a tratar mal a los demás, como muchas veces hacían ellos. El gobernador Valerio lo acusó como si fuera un criminal solo porque enseñaba la fe cristiana, y por esto le llevaron a la cárcel. Sin embargo, Valerio murió y los cristianos aprovecharon para liberar a Fermín. Él pudo seguir predicando durante algún tiempo, pero la amenaza de que volvieran a capturarle seguía presente.

Fermín se mantenía “firme” en la fe y siguió evangelizando, hasta que volvieron a meterle en la cárcel. Él no había olvidado la frase de Jesús que dice que no debemos temer “a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”; y así, pensar en el Evangelio le ayudó a vencer el miedo y a no traicionar a Dios a pesar de las amenazas de muerte de las autoridades. Al final, una noche entraron en su calabozo y le cortaron la cabeza.

El ejemplo de san Fermín caló hondo entre sus paisanos y, como si se tratara de una carrera de relevos, con el tiempo, su deseo de anunciar el Evangelio pasó de mano en mano a muchos otros. A uno de ellos, seguro que lo conoces: san Francisco Javier. Igual que estos dos santos navarricos, muchos hombres y mujeres a lo largo de los siglos han dejado sus casas y sus familias para anunciar a Jesús. Todavía hoy unos 500 misioneros y misioneras de Navarra evangelizan en los rincones más perdidos del mundo.

CURSO DE ACTUALIZACIÓN

 

 EN MISIONOLOGÍA

  • On 1 de julio de 2025

La Pontificia Unión Misional de Roma acaba de lanzar el primer Curso Internacional de Misionología, en una apuesta decidida por la formación en la misión. Un curso online en español que reúne todas las materias esenciales, en 20 sesiones y que comenzará el próximo 28 de octubre. Se trata de un proyecto organizado conjuntamente con las direcciones nacionales de España y Costa Rica, y sus destinatarios son directores diocesanos de las Obras Misionales Pontificias, misioneras y misioneros en activo, responsables de la animación misionera en parroquias y comunidades, religiosas y religiosos, y quienes quieran tener un conocimiento de la Misionología de acuerdo a la enseñanza del Magisterio reciente.

Las sesiones, de una hora y 45 minutos, se impartirán en 20 martes desde ese 28 de octubre hasta el 30 de junio de 2026. En cuanto al horario, se ha buscado aunar la hora americana y europea. Las sesiones serán a las 20:00h (Roma-Madrid) y a las 13:00h (Costa Rica-México). El curso tiene un coste de 90 euros y, al finalizar el mismo, se entregará un certificado de participación expedido por el Secretariado Internacional de la Pontificia Unión Misional.

Articulado en tres bloques, en el primero (del 28 de octubre al 16 de diciembre) se estudiarán los fundamentos de la Misionología, con los aspectos bíblicos y teológicos del mandato misionero del Señor. En el segundo bloque (del 10 de febrero al 14 de abril de 2026), se abordará la historia de la evangelización y cuestiones misionológicas emergentes. En el tercer y último bloque (del 21 de abril al 30 de junio de 2026) se tocarán temas como la pastoral y la espiritualidad misionera, la estructura de la Iglesia para atender a todos los territorios de misión y la figura de María, como Reina de las Misiones.

Para más información se cuenta con una página web, donde se puede acceder tanto a la inscripción como al calendario académico del curso.

“La acción misionera de transmitir y formar una fe madura en Cristo”, decía el Papa Francisco en su mensaje para el Domingo de la Propagación de la Fe, el Domund, del próximo 19 de octubre, “es el paradigma de toda obra de la Iglesia, una obra que requiere comunión de oración y de acción. Sigo insistiendo sobre esta sinodalidad misionera de la Iglesia, como también sobre el servicio de las Obras Misionales Pontificias en promover la responsabilidad misionera de los bautizados y sostener a las nuevas Iglesias particulares”. Este Curso Internacional de Misionología es una iniciativa más en la promoción de esta responsabilidad misionera.

Hablamos con Judit Chavoya,

 

superiora general de las Adoratrices Perpetuas Guadalupanas, sobre la nueva fundación que están haciendo en Sudán del Sur

  • On 27 de junio de 2025

La hermana Judit Chavoya, superiora general de las Adoratrices Perpetuas Guadalupanas, habla de la nueva fundación que están haciendo en Sudán del Sur. Esta congregación de fundación mexicana ha sentido la necesidad de compartir de su pobreza saliendo a la misión, impulsadas por su espiritualidad eucarística.

En la entrevista que puede verse aquí, la hermana Judit cuenta cómo su carisma, como se ve en su mismo nombre, Adoratrices Perpetuas Guadalupanas, es la adoración al Santísimo Sacramento: “Nuestro deseo es que más y más personas en el mundo se sientan amadas por Jesús, en la Eucaristía le adoren y estén muy cerca de Él; tengan la experiencia de un Dios que nos llena, un Dios vivo”. Nacidas en México, han querido abrirse a otras tierras, de ahí la fundación de una nueva misión en Sudán del Sur. “Nuestra madre fundadora”, cuenta la hermana, “es María de las Mercedes de la Santísima Trinidad Méndez Pérez Gil, nacida en Michoacán, México”. Era una mujer “que tenía un gran amor al Santísimo Sacramento y en el momento que conoce a las Adoratrices Perpetuas que había en Roma encuentra mucha afinidad”. La única diferencia es que incorporó la vida activa y vio en “la educación una manera de difundir el amor al Santísimo Sacramento”. Le tocaron años muy difíciles, como fueron los de la guerra cristera, cuando “muchas congregaciones, muchos sacerdotes, muchos obispos, tuvieron que trasladarse a Estados Unidos para ponerse a salvo ante la situación”. Como superiora general de la congregación que fundó la Madre Mercedes, la hermana Judit encuentra en ella inspiración en “su valentía, su pasión por llevar a Jesús Eucaristía, a donde el Espíritu Santo nos vaya guiando”. Y es que está convencida de “que no hay misión sin la Eucaristía. La Eucaristía es ese encuentro con Jesús vivo que nos permite, así como a la Magdalena, ir a gritar a los demás que Cristo está vivo y que vale la pena tener un encuentro con Él”.

La congregación cuenta con 21 comunidades en México, 17 colegios, y la comunidad de San Antonio, en Texas, con una guardería kínder”. Aunque han disminuido las vocaciones, cuentan en la actualidad con 150 religiosas. Fue en diversos capítulos generales de esta congregación cuando surgió la necesidad de salir, de ir más allá. El destino debía ser África o Asia y fue entonces, cuando se encontraron con la comunidad misionera de San Pablo Apóstol, que necesitaba apoyo para sus escuelas en Sudán del Sur. Las hermanas esperaron la invitación oficial, para analizarla y ponerla ante el Señor”. Junto al apoyo de esta comunidad misionera también les han brindado su experiencia los Misioneros Javerianos. Sudán del Sur, cuenta la hermana Judit, “es un país con muchísima necesidad. Yo creo que entre los países de África este es uno de los que tiene mayor necesidad”. Pero han encontrado fuerza también en su espiritualidad guadalupana. La Virgen de Guadalupe, “nuestra Madre de Guadalupe, es la misionera por excelencia y ahí sentimos que es donde encaja el ser misioneras”.

Tras la llegada de la invitación oficial a la fundación en Sudán del Sur, se visitó el país y se presentó un informe a toda la congregación. Se lanzó además la invitación a todas las religiosas, para que analizaran su situación y en la medida de lo posible se ofrecieran voluntarias. Salieron 19, que para las religiosas, por la fecha de su fiesta, es el número de San José. Estas hermanas literalmente dijeron: “Si me mandan, mañana yo me voy”. La hermana Judit cuenta que en Sudán del Sur hay muy pocas religiosas de todas las congregaciones, solo unas 120. Por eso, aunque “a lo mejor en México quisiéramos tener mucho más, ¿por qué no dar a alguien que también nos necesita? Es abrirnos para dar de nuestra pobreza a quienes también lo necesitan”. Además, está segura de que “nosotras recibiremos más de ellos de lo que podremos darles”.

Se establecerán en la misión de Ave María, en Sudán del Sur, que es donde están los misioneros: “Nosotras estamos destinadas a Sorchubu que está a 6 km de esta misión. La dinámica no es que vayamos a llegar y hacernos cargo de las escuelas. Necesitamos primero inculturarnos un poco, aprender de la cultura”. Tras un año, empezarán de lleno el trabajo educativo y harán una labor más directa. La hermana Judit está convencida de que no van solas, “hay muchísimas personas que nos están sosteniendo con su oración”. Además, “la valentía sale del Santísimo Sacramento. Cuando tú en verdad te encuentras con Él, transforma tu vida y no puedes quedarte quieta. Él es el que te mueve”.

Conoce a Carlos Bobillo, fundador de la ONG ASU:

 

 “Soy una persona cambiada por la misión”

  • On 24 de junio de 2025

Carlos Bobillo y un grupo de amigos universitarios y profesionales pusieron en marcha la ONG Asociación Solidaria Universitaria (ASU). Años antes Carlos vivió una experiencia de misión que le cambió la vida. Recuerda que entonces ni siquiera sabía lo que era una experiencia de misión y menos la misión. Empezó una dinámica que le cambió la vida. Como él mismo dice: “Soy una persona cambiada por la misión”.

Carlos habla de esta experiencia y también de la labor que llevan a cabo con ASU en esta entrevista concedida a las Obras Misionales Pontificias. Recuerda que la experiencia tuvo lugar cuando empezaba la carrera. Era ateo, no creía en Dios, y se lo planteó en plan filantrópico y con la idea de ir a ayudar… Como él mismo reconoce, “cada uno tiene su historia, ¿no? Pero ha sido un proceso larguísimo de muchísimos años”. Dios primero le habló en un lenguaje que pudiera entenderle –la solidaridad– y después “me ha ido dando en cada momento lo que lo que yo iba necesitando”. Aquella experiencia la vivió en Burundi: “Simplemente era mi sitio. Es verdad que tiene una particularidad que a mí me ha marcado, pero que a otro quizás no, y es el hecho de que es el país más pobre del mundo, que no deja de ser anecdótico. Y da igual, porque entre pobres pues uno más o menos da igual. Pero como a pesar de ser un país tan pobre desde un punto de vista material, es un país donde la fe se vive de una forma increíble, viva, fe encarnada”. Aquello le impactó: “Es esta gente que no tiene nada y que deberían estar enfadadísimos con Dios. Cómo es posible que tengan a Dios tan presente en su vida.

Todos los que vivieron aquella primera experiencia de misión volvían “con esa sensación de que esto no se puede quedar aquí, tiene que haber algo más”. Se preguntaron: “¿Cómo podemos ponernos al servicio? Somos jóvenes, tenemos tiempo, tenemos ganas, hemos e idealistas”.

Al final nació ASU, Asociación Solidaria Universitaria: “un grupo de personas que ha ido creciendo, obviamente con el tiempo y cada vez haciendo más proyectos y más cosas”. Sus proyectos son respuestas a lo que les van trasladando: “”proyectos de sanidad, centros de salud, maternidad, etc., proyectos de infraestructuras, pozos, placas solares y proyectos también de emprendimiento. Bueno, pequeñas empresas, un poco de todo, no somos especialistas en algo, sino lo que nos van trasladando”.

“A la hora de los proyectos”, cuenta Carlos, “intentamos siempre, que Dios esté en el medio, para no caer en lo material, en la filantropía pura”. Han intentado siempre “que la persona esté en el centro, que es la clave”. Han trabajado con un sacerdote, el padre Apo, un sacerdote burundés que estuvo en España, con el obispo de Ngozi, la zona a la que van, con las Misioneras de la Caridad en la frontera con Ruanda. “Siempre hemos ido de mano de la Iglesia que también eso te da muchas garantías, no solo por lo bueno o la pureza de los proyectos”, sino también porque “si nosotros el día de mañana no estamos aquí o algún año que no hemos podido ir porque ha habido golpe de estado o algo así, el saber que eso va a continuar, que hay una vocación de permanencia”. Porque sabes “que pase lo que pase la Iglesia va a estar ahí”.

En cuanto a los voluntarios, Carlos señala que nunca preguntan si creen o no, o si practican o no. A todos les aclaran que trabajan con misioneras y sacerdotes. Después es bonito, “porque hay mucha gente que a lo mejor está en una etapa de su vida más alejada, o que va por otra razones”, y descubren “una forma de amar y de servir, que a lo mejor no habría descubierto de otra forma, como me pasó a mí”. Cada uno puede pensar de una forma, “pero lo que nos une son las ganas de ayudar y de ir a servir a Burundi”. Carlos vuelve a su caso personal: “Yo fui a Burundi por primera vez como voluntario y a lo mejor ahora voy como misionero. Es un proceso de cada uno” y, al final, “la verdad y la semilla está en tu corazón”. En el fondo “tú vienes porque tienes sed de amar y porque todos estamos llamados a la misión, porque todos estamos llamados a amar y ser amados. Entonces da igual la palabra que le pongas porque, al final, es un tema de nomenclatura”

“Yo creo”, añade “que esa es la riqueza de las experiencias de misión, de que el yo poco a poco va pasando a un segundo plano y que el tú empieza a cobrar protagonismo antes. El salir de ti mismo, el salir de bueno, de tu racionalidad, de tu forma de pensar, de lo que yo creo que es mejor. Y entonces ahí es cuando vas dejando entrar al otro, vas dejando entrar a Cristo y eso es lo que cambia”.