“LA
COMIDA COMPARTIDA” (Encuentro misionero IV).
Después
de alimentar el alma a los pies de Jesús Eucaristía en profunda adoración, del
rezo del Santo Rosario Misionero, de recibir el Símbolo misionero y de la
bendición del Santísimo, vino la comida compartida.
Fue
este un momento de verdadero compartir la comida que cada uno había traído: choricillos y
morcillas, la rica tortilla de patatas, la pechuga de pollo empanada, la
ensalada y también unas cucharadas de paella, que tan bien nos supo.
Luego
vinieron los postres: las picotas, las manzanas, las los dulces y el café.
En
fin, que fue una comida deliciosa, llena de camaradería, de ansias de que todos
probaran lo que cada uno había preparado.
Fue
este momento uno de los más felices del encuentro. María Dolores y Rolando, los
misioneros que nos acompañaron, estaban asombrados de la cercanía, de la
familiaridad, del buen ambiente.
Las
madres, así son todas las madres, no paraban de invitar a todos aprobar incluso las cebollitas que se criaban en su huerto
y los tomates, otras la tarta, otras el café… Todos estábamos admirados de su preocupación y atenciones y no dejábamos
de decirles:” ¡pero sentaos y comed vosotras!”.
Todas
estas muestras eran prueba de que allí
los que estábamos sentados a la mesa nos veíamos como hermanos. Esto me hizo
recordar un pasaje de los Hechos de los Apóstoles en que se nos dice que entre
los hermanos nadie pasaba necesidad, pues compartían con los demás lo que
poseían.