miércoles, 4 de julio de 2012

COMPARTIR


“LA COMIDA COMPARTIDA” (Encuentro misionero IV). 
Después de alimentar el alma a los pies de Jesús Eucaristía en profunda adoración, del rezo del Santo Rosario Misionero, de recibir el Símbolo misionero y de la bendición  del Santísimo, vino la comida compartida.
Fue este un momento de verdadero compartir la comida  que cada uno había traído: choricillos y morcillas, la rica tortilla de patatas, la pechuga de pollo empanada, la ensalada y también unas cucharadas de paella, que tan bien nos supo.
Luego vinieron los postres: las picotas, las manzanas, las los dulces y el café.
En fin, que fue una comida deliciosa, llena de camaradería, de ansias de que todos probaran lo que cada uno había preparado.
Fue este momento uno de los más felices del encuentro. María Dolores y Rolando, los misioneros que nos acompañaron, estaban asombrados de la cercanía, de la familiaridad, del buen ambiente.
Las madres, así son todas las madres, no paraban de invitar a todos aprobar  incluso las cebollitas que se criaban en su huerto y los tomates, otras la tarta, otras el café… Todos estábamos admirados de  su preocupación y atenciones y no dejábamos de decirles:” ¡pero sentaos y comed vosotras!”.
Todas estas muestras  eran prueba de que allí los que estábamos sentados a la mesa nos veíamos como hermanos. Esto me hizo recordar un pasaje de los Hechos de los Apóstoles en que se nos dice que entre los hermanos nadie pasaba necesidad, pues compartían con los demás lo que poseían.