domingo, 22 de marzo de 2015

Dios no se cansa de insistir

Obras Misionales Pontificias España


Cristina Aranguren es joven Misionera Seglar Vicenciana, que ha vivido alguna experiencia de #VeranoMisión ahora es misionera en Mozambique Desde allí nos manda su testimonio para  el Encuentro Misionero de Jóvenes 2015

Cuando era muy pequeña, en el colegio de Santa Catalina Labourè en Pamplona, cada vez que una misionera Hija de la Caridad nos daba su testimonio, volvía a casa diciendo que quería ser misionera. Hacia los 16 años me impactaba mucho el tema de las desigualdades entre pobres y ricos, entre el Norte y el Sur; con el grupo de Juventudes Marianas Vicencianas (JMV) participábamos en todas las actividades misioneras de nuestro centro e íbamos a las manifestaciones que se organizaban.

Fue en mi primera Pascua Joven, a los 18 años, el sábado, cuando esta inquietud me pegó con fuerza, pero me convencí a mi misma de que no era el momento de hacer la formación misionera, que no tenía dinero para los viajes y que ya lo haría seguro unos años después, quizás con alguna amiga...

Ese mismo año tocaba elegir "futuro", yo estaba muy convencida de estudiar ingeniería, pero contra  todo pronóstico a la hora de hacer la solicitud me matriculé en Trabajo Social, creo que ahí Dios me echó un cable... Gracias a esto he podido conocer y vivir el mundo de la acción social, de poder acompañar a las personas para que pueda salir adelante con su trabajo.

He tenido la experiencia de dejar a Dios actuar, porque con mis propias fuerzas no es suficiente, y los sueños sólo se cumplen si dejamos que Dios tenga su sitio en ellos. Durante todo este tiempo me ha acompañado siempre la sombra de la enfermedad, desde que a los 16 años pase por un tratamiento de quimioterapia, y fue en la debilidad donde más tuve que confiar en Dios, y más cerca le sentí. Esta experiencia me ha convencido de que Dios que nunca abandona a los que elige.

 Mi primer #VeranoMisión en Bolivia

Mi primera experiencia misionera fue un #VeranoMisión en el 2013. Después de muchos años convenciéndome de que no era el momento de tener esa experiencia misionera poniendo por delante otros servicios en la asociación JMV, me anime a hacerla, porque sentía que me estaba pidiendo entregarme más, salir más de mí, de la comodidad, de mi tierra.

Quise aprovechar las oportunidades de estaban a mi alcance para formarme antes de ir y por eso que participe de encuentros como el de las OMP para jóvenes. Me pareció una suerte poder descubrir otros carismas y compartir experiencias misioneras con otros jóvenes, que al igual que yo, se planteaban si su vida era para la misión.

Después de 2 cursos de formación misionera, fui por un mes a Sacaba en Bolivia a la comunidad de JMV y los Misioneros Seglares Vicencianos (MISEVI), con la confianza de que allí me iba a encontrar con Dios de una manera especial, dispuesta a poner lo poco que soy durante unos días al servicio de la comunidad misionera y de las personas a las que están sirviendo. Y preparada para llenarme la maleta de vida y llevármela a España, para poder contagiarla. Y todas mis esperanzas se cumplieron.

Un #VeranoMisión que se convirtió en un vocación como laica misionera

A la vuelta, tras un período de discernimiento, creí que lo mejor era esperar a un cambio en la situación de España para decir que sí a la llamada a salir como misionera. Pero para variar, la última palabra no iba a tenerla yo. Durante un encuentro de formación misionera de JMV algo se removió y me mantuvo despierta casi toda la noche, sin dejarme respirar, literalmente, sin dejarme tranquila, una llamada muy fuerte a decir que si a esa llamada que Dios me hacía.

Sentía el corazón en un puño y me levanté a orar. Fue en ese momento cuando dije un "adelante, que sea como Tú quieres", y fue entonces cuando todo se calmó y pude volver a respirar, el corazón se volvió ligero. Hay quien me ha dicho que fue un ataque de ansiedad, y seguramente mi cuerpo respondió de esa manera, pero yo sé que es cosa de Dios. Que la paz que siento desde ese día viene de Él, que es algo que tenía que pasar.
Y así me ofrecí para la misión, todavía con vértigo, pidiendo a MISEVI un envío ad-extra para los próximos 5 años.

Ahora desde mediados de enero de 2015 estoy destinada como Misionera Seglar Vicenciana en la Comunidad que MISEVI tiene en Ciudad de Nacala, Mozambique, donde comparto vida, oración y servicio con otras 3 misioneras, también laicas, dos de Misevi España y una de Misevi Eslovaquia.

Podría estaros días enteros contando las cosas que hacemos los misioneros aquí y como convivimos con los mozambiqueños y lo mucho que este pueblo me está enseñando. Pero para terminar me gustaría invitaros a preguntaros ¿Dónde está mis hermano?. Dios sale a nuestro encuentro todos los días en cualquier persona, pero solo se me acurre animaros a acercaros a los pobres, porque allí es donde está Jesús más presente, servirle a Él amando a nuestros hermanos que sufren, y es allí donde el corazón se libera y deja espacio a Dios.

Jóvenes si Dios os necesita para la misión, estad preparados, abrid vuestro corazón y dejaros guiar por Él.
Cristina Aranguren
Misionera Seglar Vicenciana