sábado, 14 de mayo de 2016

PENTECOSTÉS: Somos enviados

Obras Misionales Pontificias España


En Pentecostés todos somos enviados a proclamar el Evangelio, a llevar misericordia. El amor de Dios está destinado a llegar a toda la humanidad. Los misioneros y misioneras llevan la misericordia hasta los confines de la tierra.
Foto de Recursos Parroquiales http://www.recursosparroquiales.com/

 Pentecostés, desde aquel primero de los Apóstoles de Jesús, es la fiesta de la Iglesia que celebra su universalidad. Jesús resucitado envía al Espíritu Santo desde el Padre y desde entonces la Iglesia se ha extendido sin cesar, para ser una Iglesia universal e ilimitada, como universal e ilimitado es el amor de Dios por todos sus hijos.


En el pasaje del evangelio según san Juan el envío está ligado el perdón: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo […] Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados” (Jn 20,21-23). Estas palabras en el Año jubilar de la misericordia cobran un gran relieve excepcional. El perdón, la misericordia, la reconciliación… son aspectos esenciales de la vida y el mensaje de Jesús. En su vida terrena y después de su resurrección Jesús proclamó con hechos y palabras la misericordia de Dios; de la misma manera, al final de su misión en este mundo, a sus discípulos les envía a proclamar la misericordia de Dios.

Hay que recordar una y otra vez las palabras del Papa en la Misericordiae vultus: “La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia” (n. 10). La Iglesia vive de la misericordia de Dios, es su alma y lo que la vivifica y sustenta; si ella, la Iglesia se convierte en  mera depositaria de doctrinas o de ideologías. El tesoro más grande en la vida de los cristianos es la experiencia de la misericordia de Dios, es lo que nos hace conocerle cada día más y crecer como hijos suyos y discípulos de Jesús.

Por este motivo, la misericordia es también el contenido esencial de la misión de la Iglesia. Para no caer en el proselitismo la Iglesia debe dar testimonio y transmitir una genuina experiencia de la misericordia de Dios manifestada en Cristo. De nuevo las palabras de Francisco son muy elocuentes: “La Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe alcanzar la mente y el corazón de toda persona” (MV 12). Si la Iglesia puede llamarse universal no es tanto en razón de un criterio geográfico, sino porque el amor de Dios no conoce límite ninguno: está destinado a llegar a toda la humanidad.

La fiesta de Pentecostés nos recuerda por todo ello que la humanidad entera está llamada a ser una única familia: la de los hijos de Dios. La unión de las personas y los pueblos que comenzó el día de Pentecostés en Jerusalén no está ni mucho menos terminada. La Iglesia avanza a lo largo de la historia promoviendo la unidad de la humanidad entera; su universalidad es signo de que no es un proyecto utópico sino que -con la fuerza del Espíritu- se puede lograr. De hecho el papa Francisco, al recibir el Premio Carlomagno, lo recordaba en cierto modo cuando definía Europa como “una familia de pueblos” y proponía para afrontar los retos que ello supone en el contexto actual y “actualizar” el proyecto europeo “un nuevo humanismo basado en tres capacidades: la capacidad de integrar, capacidad de comunicación y la capacidad de generar”.

Un signo especialmente luminoso de la universalidad del evangelio es la labor de los misioneros y misioneras en el mundo entero; llevan la misericordia de Dios a todos los que aún no han conocido ni tenido experiencia de ella. Con su empeño constante son el rostro de la misericordia de Dios y de la Iglesia para mucha gente y muchos pueblos. Han sido enviados por sus Iglesias de origen para ser testigos de la misericordia; ellos extienden la caridad de la Iglesia para que sea universal, para que abarque a todas las personas y naciones; ellos contribuyen a hacer de toda la humanidad la familia de todos los hijos de Dios. 

En Pentecostés les recordamos y encomendamos en la oración y en la celebración eucarística su labor de evangelización para que sean “Misioneros de la misericordia” ¡Qué reciban abundantemente el Espíritu Santo en este día para que su ministerio esté lleno de gestos y palabras de misericordia!


Juan Martínez
Obras Misionales Pontificias