jueves, 22 de diciembre de 2016

Tiempo de la misericordia

La misión es “una grande e inmensa obra de misericordia” por eso decir “tiempo de la misericordia” es decir tiempo de la misión ad gentes.



Al concluir el Año de la Misericordia, el papa Francisco ha ofrecido a la Iglesia la carta apostólica Misericordia et misera, en la que advierte de que el compromiso por vivir la misericordia no concluye con el cierre de esta gozosa peregrinación de la caridad. Al contrario, este Año Santo ha servido para reforzar la necesidad de transformar la vida de fe en un acto permanente de amor. Muchas han sido las experiencias de los misioneros y misioneras, que han hecho de su día a día un acto continuo de ternura y cercanía a los más pobres y necesitados. Cualquier gesto existencial de donación en estas personas sigue siendo una página de misericordia y de entrega que bien puede   servir de ejemplo para quienes deseamos seguir al Maestro.

La buena noticia es que este Año Jubilar cede el paso al “tiempo de la misericordia”, de cuya llegada habla explícitamente el Papa al final de su carta. Francisco no duda en considerar que ahora “es el tiempo de la misericordia, marcado por la presencia de Dios, que guía nuestros pasos... Es el tiempo de la misericordia, para que nadie piense que está fuera de la cercanía de Dios... Es el tiempo de la misericordia, para que los débiles e indefensos, los que están lejos y los pobres sientan la mirada de respeto y de atención de aquellos que, venciendo la indiferencia, han descubierto lo que es fundamental en la vida... Es el tiempo de la misericordia, para que cada pecador no deje de pedir perdón y de sentir la mano del Padre que acoge y abraza siempre”  (Misericordia et misera, 21).

En el pensamiento de Francisco, “el tiempo es superior al espacio” (EG 222-225). Mientras que este, el espacio, parece ser el gran argumento del “realista”, que antes de emprender una tarea cree dominar la situación porque está convencido de que cuenta con las limitaciones de las personas y de los ámbitos y con la información que otros desconocen, el concepto de tiempo está más en sintonía con el “idealista”, que no se resigna a estas modulaciones externas. Apostar por el tiempo es fortalecer la confianza en las capacidades de quienes se embarcan en un proyecto solidario y en la disponibilidad de quien recibe estas iniciativas de amor. Hablar de “tiempo de la misericordia” es reafirmar que esta no tiene límites, porque la caridad no tiene fronteras, y menos aún, fecha de caducidad.


En la evangelización lo que prima es la coherencia en la entrega y en la donación, en la experiencia del “salir de uno mismo”, sin dejarse hipotecar por unos resultados preestablecidos, esos que con frecuencia esgrime el “realista”, condicionado por las claves reduccionistas impuestas por el espacio. Claro que se tienen en cuenta las circunstancias que este conlleva, pero como un indicador más en el análisis del proceso, donde prevalecen las variables de la actividad misionera, promovida y dinamizada por el Espíritu Santo, y de la libertad de las personas, cuya respuesta va más allá de las previsiones. Es la razón por la cual el papa Francisco considera que la misión ad gentes es una tarea que tiene entrañas de eternidad, porque se realiza en el tiempo; por eso, es “una grande e inmensa obra de misericordia” (Mensaje DOMUND 2016). Y por eso también, decir “tiempo de la misericordia” es decir tiempo de la misión ad gentes.




Anastasio Gil,  Director Nacional de OMP
Tribuna Misionera Revista Misioneros Tercer Milenio