El
3 de Febrero señala el calendario litúrgico de la Iglesia la celebración de la
fiesta de S. Blas, obispo y mártir. Muchos pueblos de nuestra diócesis celebran
su fiesta, entre ellos el mío, Albalate de Zorita.
Era natural de Sebaste,
Armenia, en Asia Menor. Es uno de los Santos más famosos y venerados en la
Iglesia tanto de Oriente como de Occidente. Y esto por dos motivos: 1/ Por su
fidelidad a Cristo, que le llevó al martirio en tiempos del emperador Licinio,
siendo gobernador de aquella provincia, Agrícola. 2/ Y por el milagro que
realizó, cuando era conducido a la prisión, curando a un niño, que tenía
atravesada la garganta por una espina. Este hecho lo ha convertido en el
abogado de dichas enfermedades.
Los santos son como el
espejo en que se refleja la presencia de Dios (su amor) y ejemplos vivos de
vida para los cristianos de todos los tiempos.
En efecto, aunque S. Blas es un santo mártir del Siglo
IV no por eso es un santo pasado de moda, anticuado. Sigue siendo muy actual y
su vida puede ser, y de hecho es, muy luminosa para los cristianos del siglo
XXI.
Ahí están los hechos:
no permitir signos cristianos, poco a poco ir asfixiando la enseñanza religiosa
en la escuela pública, magnificar cualquier hecho negativo que afecta a la
Iglesia, todo lo que está ocurriendo en Andalucía respecto a la catedral de Córdoba, etc. No, el mayor peligro de persecución contra
los cristianos, al menos en Europa, no nos viene del islamismo, sino de la
misma sociedad europea paganizada, infectada de laicismo beligerante y de odio
hacia la religión.
En estos días, tras el
atentado de Paris, nos vienen bombardeando desde los medios de comunicación y otras centrales ideológicas contra el peligro
de la islamofobia. Me parecería muy bien, si no fueran ellos mismos los que
están constantemente incitando a la cristianofobia (es decir, al odio contra el
cristianismo).
Hace un tiempo leí un
libro que se titulaba: “El coraje de ser católico”. No cabe duda de que hoy, en
pleno siglo XXI, en este mundo que vivimos, hay que tener coraje para
perseverar en la fe y asumir el “martirio” a que estamos sometidos los
cristianos (cruento o incruento).
Este coraje no es puro
voluntarismo. Este coraje no es posible sin el don de Fortaleza, que nos otorga
el Espíritu Santo por medio de la oración y que verifica aquellas palabras proféticas del gran teólogo
alemán Karl Rhaner: “El cristiano del
siglo XXI será un místico (es decir un hombre de profunda oración) o no será nada”.
Los cristianos del S.
XXI nos acogemos a la intercesión de S.
Blas:
1/ Para que nos conceda
su “coraje”, en la presente situación, y
permanezcamos fieles a Cristo.
2/ Y también para que
nos cure los males de garganta, físicos y especialmente espirituales,
que nos permita alzar la voz y salir de nuestros silencios y cobardías,
dando testimonio valiente de nuestra fe en familia, ante los hijos, en el
trabajo, entre los vecinos, entre los amigos, en los nuevos areópagos
de la sociedad, etc., como hicieron S. Blas y los apóstoles, cuando
querían taparles la boca, prohibiéndoles predicar el evangelio. Que, como ellos,
seamos capaces de decir: “Hemos de obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos
5, 29).
¡Mártir San Blas, en
estos tiempos en que a los cristianos se
nos persigue como hicieron contigo, y, a la vez, se nos convoca a una nueva evangelización, cura nuestras
cobardías para que seamos capaces de dar testimonio, con nuestras palabras y
obras, de Cristo en el mundo presente!