(El apóstol que palpó y creyó).
Según la tradición, fue
a evangelizar la India, donde los cristianos del rito Malabar se dicen
descendientes de los primeros cristianos convertidos por el santo apóstol. Fue
martirizado en “Calamina”.
En los santos
Evangelios hay referencias a este apóstol
de Cristo, que nos dan a conocer algunos rasgos de su carácter y de su
personalidad:
Ø Era
un hombre de sangre ardiente y apasionado, como lo muestra el estar dispuesto a
morir con Cristo, cuando éste les revela a los apóstoles que se dirige a
Jerusalén, donde va a ser condenado a muerte (Jn. 11,16).
Ø En
otro pasaje se muestra incrédulo. Cuando los demás apóstoles le dan testimonio de que han visto a Cristo
resucitado su respuesta fue:” Si no veo las señales dejadas en su manos por los clavos y meto mi mano en las herida de su costado no
creeré” (Jn 20, 25)
Ø Y,
por último el santo hace una profesión de fe en Cristo, cuando éste se aparece,
estando el presente y exclama, tras palpar sus heridas: “Señor mío y Dios mío”
(Jn. 20,26).
Es claro que nuestro
Señor Jesucristo se “adaptó a las exigencias” de Santo Tomás y permitió que le
palpara para suscitar su fe.
La Iglesia y los
evangelizadores de estos tiempos tenemos que hacer muy presente y palpable a Jesús en el mundo y en nuestras vidas para vencer la incredulidad
de los hombres. Las palabras no bastan. Ya lo decía Pablo VI: “El hombre contemporáneo escucha más a
gusto a los testigos que a los maestros (...), o si escucha a los maestros es
porque son testigos” (EN n. 41).
Pero creo que ni tan siquiera esto basta;
me atrevería a decir más, para
evangelizar del mundo actual, se hace necesaria una acción extraordinaria del Espíritu; es decir, que se muestre Dios de forma contundente con signos
extraordinarios.
Lo ha hecho siempre y
sigue haciéndolo en la actualidad. Sí, pidamos a Dios milagros, muchos milagros, que le muestre de
forma arrolladora, para que todos los que no creen puedan palparle y proclamar
su fe exclamando: “Señor mío y Dios mío”.
Todo esto se lo pedimos
por intercesión de Santo Tomás.