miércoles, 24 de febrero de 2016

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Obras Misionales Pontificias España


Oración, ayuno y limosna tres prácticas cuaresmales y vitales


Seamos sinceros. ¿Qué creyente no ha sentido, cuando el sacerdote le impone la ceniza, cierta pesadumbre por los 40 días de desierto que la Iglesia propone para poder celebrar luego, en toda su profundidad, el misterio de la muerte y resurrección del Señor? ¿Quién no ha dicho alguna vez, al inicio de la Cuaresma, “esta vez sí, esta vez rezaré más, haré algún sacrificio y daré más limosna”? En el fondo, vemos en la oración, el ayuno y la limosna no solo tres prácticas cuaresmales, sino, sobre todo, tres puntos vitales.

Y es que detrás de la oración, el ayuno y la limosna están nada menos que las virtudes teologales. La fe se expresa en la oración; la esperanza, en el ayuno; y la caridad, en la limosna. La fe es una virtud vinculada directamente con Dios, que se expresa en el trato con Él. En la raíz del ayuno está la esperanza: justamente porque esperamos el bien total, nuestro corazón es capaz de irse desapegando de las criaturas. Y la limosna hunde sus raíces en la virtud de la caridad, que se expresa en las obras de misericordia.

Hablamos de puntos vitales. Hay que empezar por la oración, porque la relación con Dios es lo que nos constituye como hombres religiosos. Luego, la caridad fraterna, en la que sigue estando Dios, porque el término de la caridad es siempre Él. A Dios le amamos en el prójimo, que es su sacramento; por eso, el prójimono es una alternativa a Dios, sino el espacio vivo del amor al Señor. Y un poco de penitencia, porque en la abnegación uno se olvida de sí para acordarse más y mejor de Dios.

(Inspirado en una meditación del sacerdote Alejo Navarro)


Dora Rivas
OMP Comunicación con los misioneros