viernes, 21 de octubre de 2016

Ser misionero no es privilegio de unos pocos




Ya me queda muy lejos el hecho físico de haber dejado familia, casa y país. Después de muchos años de misión, acabo de volver definitivamente de África y me doy cuenta que, a lo largo de tantos años, me ha hecho falta dejar mucho más que familia y país. He intentado, quedándome lejos de lograrlo lo confieso, dejar-me a mí mismo.

La Misión tendría que ser siempre una ida y un retorno. Un envío hacia el exterior para anunciar y dar testimonio. Una vuelta enriquecida de la experiencia, capaz igualmente de transmitir los valores de otros mundos, pueblos y comunidades.

Ser misionero no es sólo un privilegio de unos pocos, de los que consagran sus vidas y habiéndolo abandonado todo se van a anunciar el Evangelio. Por el solo hecho de ser discípulos de Jesús, llevamos integrado el mandato misionero evangélico que nos mueve a salir de nuestras casas, de los espacios protegidos y del entorno natural en que nos desarrollamos. Nos impulsa a ir al encuentro de otras personas que viven de otra manera y que, quizás, no piensan igual que nosotros. Esta actitud no es más que un preludio de apertura y acogida para que, poco a poco, nos acerquemos al mundo de los más necesitados, de los extranjeros, de los ninguneados por nuestra sociedad. Porque lo evangélicamente cierto es que el Reino de Dios es suyo antes que nuestro.



Josep Frigola