(Marycarmen y Paco)
Una
vez más el Señor nos ha regalado una experiencia de misión saliendo de nuestra
tierra. En varias ocasiones, desde el verano del 2008, hemos viajado
a Villa El salvador en Lima (Perú). Es lo que llaman un “asentamiento
humano” en el que personas de diferentes procedencias ocupan un terreno y
construyen sus casas con láminas de cartón duro, madera, uralita, etc, es
decir, con materiales poco consistentes. Los que pueden ir prosperando, llegan a construir con ladrillo o adobe. Pero
no todos pueden. Es una población en la que se dan situaciones de inseguridad,
donde se está expuesto a robos y atracos.
Nosotros
realizamos nuestra labor en la parroquia de la Inmaculada de esa población,
aunque también en otra localidad, que da nombre a la diócesis que se llama
Lurín. Este año hemos estado durante el mes de julio, que allí es invierno. En
esta ocasión, un motivo añadido a viajar y vivir una experiencia de misión ha
sido testimoniar nuestra vida de matrimonio que ya ha hecho las bodas de plata.
¡Qué mejor viaje de “novios” que ir a la misión!
No
siempre se ven los frutos de la misión a la que somos enviados. Pero, en esta
ocasión, Dios nos ha regalado ver un precioso fruto, al cual contribuyó la
diócesis de Sigüenza-Guadalajara. Estando comiendo en el seminario de Lurín,
después de la comida se nos acercó un sacerdote que quería hablar con nosotros
a solas. Quería agradecernos la ayuda que hace unos años le dimos a su familia
y que eso hizo que él pudiera llegar a ser sacerdote. La ayuda que nosotros le
pudimos dar procedía de parte de lo que en ese año se había recaudado con
motivo del ayuno solidario de la cuaresma que organizó la Coordinadora de
Apostolado Seglar de Sigüenza-Guadalajara que, en aquel año, decidió destinarlo
a la ayuda a la misión a la que nosotros íbamos en Perú. Este sacerdote lleva
ya tres años ordenado.
La
mayor pobreza es no tener a Dios en nuestra vida. Muchos tienen la posibilidad
de encontrarse con Dios, y tenerle en su vida, gracias a retiros, cursos,
experiencias de encuentro con Dios, convivencias, etc. Pero todo eso tiene un
coste económico que los pobres de los pobres no alcanzan. Por eso, otra labor
que hemos hecho en la misión es posibilitar experiencias de encuentro con Dios
a aquellos que no tienen medios económicos. Para ello hemos buscado una casa de
ejercicios y convivencias muy digna y económica y hemos destinado una ayuda
económica para aquellos que no puedan pagar nada.
Para
nosotros esta experiencia de misión durante el mes de julio ha sido un regalo
de Dios, no sólo por lo allí vivido que fortalece nuestra fe, sino por la
gracia de haber visto algunos frutos de viajes anteriores. Y esto nos da
valentía para seguir “gastándonos por los demás y por el Reino”.