martes, 3 de octubre de 2017

LA MISIÓN: UN REGALO DE DIOS.

(Marycarmen y Paco)
Una vez más el Señor nos ha regalado una experiencia de misión saliendo de nuestra tierra. En varias ocasiones, desde el verano del 2008, hemos  viajado  a Villa El salvador en Lima (Perú). Es lo que llaman un “asentamiento humano” en el que personas de diferentes procedencias ocupan un terreno y construyen sus casas con láminas de cartón duro, madera, uralita, etc, es decir, con materiales poco consistentes. Los que pueden ir prosperando,  llegan a construir con ladrillo o adobe. Pero no todos pueden. Es una población en la que se dan situaciones de inseguridad, donde se está expuesto a robos y atracos.
Nosotros realizamos nuestra labor en la parroquia de la Inmaculada de esa población, aunque también en otra localidad, que da nombre a la diócesis que se llama Lurín. Este año hemos estado durante el mes de julio, que allí es invierno. En esta ocasión, un motivo añadido a viajar y vivir una experiencia de misión ha sido testimoniar nuestra vida de matrimonio que ya ha hecho las bodas de plata. ¡Qué mejor viaje de “novios” que ir a la misión!

Nuestra misión, además de la ayuda social, ha sido, principalmente, la de la evangelización. Una evangelización que ha abarcado diferentes grados: desde un primer anuncio puerta a puerta hasta una formación más específica para agentes de pastoral o para jóvenes. En todos estos grados se ha trabajado la vocación, como la llamada de todos a la santidad, siguiendo el camino al cual cada uno hemos sido llamados: el sacerdocio, la vida consagrada o el matrimonio. Hemos dado testimonio de nuestra vida de matrimonio a niños, jóvenes y a otros matrimonios. Hemos compartido momentos con varias comunidades de allí, tales como Encuentro Matrimonial y Cursillos de Cristiandad.
No siempre se ven los frutos de la misión a la que somos enviados. Pero, en esta ocasión, Dios nos ha regalado ver un precioso fruto, al cual contribuyó la diócesis de Sigüenza-Guadalajara. Estando comiendo en el seminario de Lurín, después de la comida se nos acercó un sacerdote que quería hablar con nosotros a solas. Quería agradecernos la ayuda que hace unos años le dimos a su familia y que eso hizo que él pudiera llegar a ser sacerdote. La ayuda que nosotros le pudimos dar procedía de parte de lo que en ese año se había recaudado con motivo del ayuno solidario de la cuaresma que organizó la Coordinadora de Apostolado Seglar de Sigüenza-Guadalajara que, en aquel año, decidió destinarlo a la ayuda a la misión a la que nosotros íbamos en Perú. Este sacerdote lleva ya tres años ordenado.
La mayor pobreza es no tener a Dios en nuestra vida. Muchos tienen la posibilidad de encontrarse con Dios, y tenerle en su vida, gracias a retiros, cursos, experiencias de encuentro con Dios, convivencias, etc. Pero todo eso tiene un coste económico que los pobres de los pobres no alcanzan. Por eso, otra labor que hemos hecho en la misión es posibilitar experiencias de encuentro con Dios a aquellos que no tienen medios económicos. Para ello hemos buscado una casa de ejercicios y convivencias muy digna y económica y hemos destinado una ayuda económica para aquellos que no puedan pagar nada.

Para nosotros esta experiencia de misión durante el mes de julio ha sido un regalo de Dios, no sólo por lo allí vivido que fortalece nuestra fe, sino por la gracia de haber visto algunos frutos de viajes anteriores. Y esto nos da valentía para seguir “gastándonos por los demás y por el Reino”.